Paolo Conte “It’s wonderfull, good luck, my baby!”
Qué grande que es Mercè. Me enseñó catalán y me enseñó a hacer el trabajo que tengo que hacer ahora, además del que hacía antes.
Todos los días, a las dos, ella se iba al comedor con la fiambrera que le preparaba el marido, que ya estaba prejubilado hacía unos años. En el reparto de tareas domésticas, él se encarga, entre otras cosas, de ayudar a la hija con los nietos y de hacer la comida. Le preparaba primer plato, segundo, postre y una nuez, todo balanceado, nutritivo y muy sabroso.
Ahora que tienen más tiempo para ellos comen juntos y van al gimnasio. Todos los años hacen un “viatget”. Para celebrar la jubilación se fueron con una pareja amiga a Viena y volvió contentísima. Fue a un par de conciertos de música clásica que le apasiona, caminó mucho y le encantó, aunque pasó frío. Nada raro en ella que se la pasaba discutiendo con Xavi, el conserje, para subir la temperatura del aire acondicionado. Era parte de la rutina diaria, ahora se extrañan esas discusiones que terminaban siendo bromas para pasar el rato. Otra de las rutinas que se daban una vez por semana era cuando decía: “¿tenemos cine?”, y el vigilante, ella y yo nos contábamos las películas que habíamos visto esa semana. Ahora con el vigilante lo seguimos haciendo, y es nuestra manera de acordarnos de ella.
Se nota mucho que ya no la tenemos dando vueltas entre nosotras, siempre inquieta, hablando con todo el mundo, riéndose y quejándose por igual, moviéndose de un lado a otro y diciendo “me voy a dar un garbeo” cuando se iba a buscar papeles por las otras oficinas. Ahora nos comunicamos por whatsapp, me escribe preguntándome por mi embarazo y por las compañeras. Dice que nos extraña a nosotras, al trabajo para nada, que le parece que ahora está más ocupada que antes.
Cuando le hicimos la despedida se emocionó mucho, brindamos con un pica-pica que le preparamos, le dimos una tarjeta gigante con la firma de todas y la foto de Audery Hepburn, que es su ídola de la juventud, además de unos regalos que compramos con la colecta que juntamos entre las trabajadoras de la empresa.
Decía que se sentía muy querida y que haber pasado la vida trabajando había valido la pena por esa fiesta. Se despidió en catalán, diciendo “vayan al cine, vayan al teatro, a conciertos, lean libros de papel, cuiden la cultura, que es lo que nos hace mejores”. Ojalá yo llegue a su edad con la salud igual que ella, la voy a necesitar, porque si seguimos así ya no sé cuándo me voy a poder jubilar.